lunes, 3 de agosto de 2020

No era el Parkinson.

No era el parkinson.

Comencé a darme cuenta que algo no andaba bien cuando le vi tomándose la mano derecha. Hacía tiempo que no iba por casa, eran tiempos raros, ya era padre, estaba "hecho un hombre" como decía él.
Estaba triste, recién ahora puedo, tan solo en parte, comprenderlo. No era el parkinson, le dolía la pobreza. Aun así nunca renegó.
Tenía tanto que decir, y sin embargo, "aguantó la marca sin balar", siempre fue así.
Peleó contra la ignorancia y la ignorancia le ganó.
Como le cambiaba la cara cuando me veía! -parece mentira- decía mi tía que siempre andaba en la vuelta, -llegó el nietito y se le pasan todos los dolores Jesús bendito!- Y en parte era cierto, mi presencia le alegraba el día.
Le daba vergüenza comer, se le caía la comida camino a su boca, y me miraba espiando a ver si yo notaba esas pequeñas torpezas.
Pero no era el parkinson el peor de sus problemas, era la tristeza. 
Había sido el rey de su casa, hoy veía a sus hijos destruyendo en poco tiempo, el capital que le costó mas de 60 años generar. 
Ya no alcanzaba la plata de la jubilación, me contó mi abuela, que a veces no tenían pan al medio día en la mesa. 
El nunca se quejó, nunca pidió nada, y valla si había ayudado a mas de uno!
La época de los "amigos" se le había ido, antes, cuando era él que los llevaba  en su auto era "don Mario", ahora, al "viejo Mario" nadie lo invitaba a pescar... Jamás se quejó de ésto, pero lo adivinaba en sus ojos cuando me preguntaba -¿sabés si hay pique? debe estar bueno hoy porque el viento está de la playa, con el agua tapada sale la corvina-.
Yo fui un tipo con suerte, tuve un abuelo que lo único que le faltó para ser perfecto es no haberse ido ese 2 de noviembre.
Muy fácil resulta ahora reprocharme a mi mismo no haberle dado mas tiempo, pero aprendí que no tiene sentido. Le dí lo que pude, todo lo que pude y él me dio lo que soy, todo lo que soy.

Juanjo Braida 2014©