Presunción de recuerdo.
Había tanto fuego disfrazado de ternura
que ardían los poemas y los besos,
se quemaron las sábanas mojadas
y un odio escondido
cortaba como cuchillo
sus almas desnudas.
Se amaban con cordura,
con premeditación y alevosía,
calculando la dosis de besos
para no envenenarse de alegría.
Y el amor -como es sabido-
no crece en las almas ordenadas,
él prefiere los caóticos andenes
donde perderse y escapar de las miradas.
Se mataron de un adiós
y un buen día,
le ganó la negación al heroísmo,
se olvidaron de maneras tan distintas
que aún ignoran si se vivieron
o tan solo se soñaron.
No se puede salvar lo que no ha muerto,
porque no puede morir lo que no ha nacido.
Juanjo Braida 2015©